En Milán preocupa la contaminación; en Amberes (Bélgica), la pérdida de calor de las calefacciones; en Helsinki, el riesgo de inundaciones; en Londres, la densidad de población, y en Madrid, la calidad del aire.
El ejemplo de las ciudades mencionadas no es casual. Por sus situaciones, han sido las primeras en probar la versión piloto de un nuevo sistema destinado a lograr que los ayuntamientos e incluso los propios ciudadanos puedan monitorizar la calidad de vida en su ciudad. Esta herramienta utiliza una combinación de datos obtenidos de la tecnología espacial, Internet, el big data y las técnicas de análisis de datos.
Las ciudades generan el 70% de las emisiones de CO2 y gracias a esta herramienta los ayuntamientos o comunidades autónomas podrán controlar su eficiencia, además de ayudar a tomar decisiones a los ciudadanos, a las propias comunidades de vecinos o a los gestores de los edificios de las empresas.
Con esta herramienta se han creado más de 90 indicadores avanzados sobre clima urbano, calidad del aire y del agua, salud, eficiencia energética, variaciones del volumen de población y uso del suelo. Estos indicadores ofrecen un elevado detalle sobre la situación en cada calle, barrio o edificio. Este sistema ha sido financiado con 3,5 millones de euros entre la UE, dentro uno de sus programas marco de investigación, y por diversas empresas. En 30 meses, que concluyeron el pasado mayo, idearon el proyecto e hicieron pruebas en diversas ciudades. Han participado cinco empresas, dos universidades, cinco grandes urbes y diversos organismos.
¿Qué puede cambiar este sistema?
“Hacían falta herramientas para apoyar las políticas europeas destinadas a adaptar los diversos entornos al cambio climático, sobre todo a nivel local y contando con la implicación de los ciudadanos. Las ciudades pueden tener a su disposición datos que les permitan ver cómo les afectará el clima durante lo que queda de siglo. Podrán predecir la evolución de la calidad del aire o saber cómo va a impactar en la salud de la población (tanto si se cambian las políticas como si no)”, resalta la jefa de este programa. “También los pueden usar para analizar cómo pueden paliar la contaminación del agua; para lograr una mayor eficiencia energética gracias a las renovables; para controlar el crecimiento, tanto de la ciudad como de la población, e incluso para medir el impacto en los ciudadanos de estas cuestiones en distintos momentos del día o del año”.
En el proyecto piloto de Madrid, se centraron en el barrio de Chamberí, una zona con varios edificios antiguos. Uno de los objetivos era averiguar los que necesitaban una rehabilitación urgente y el sobrecoste que supondría no hacerla para los vecinos. Y en Amberes, averiguaron la temperatura de los tejados para comprobar la pérdida de calor. El resultado fue un mapa de calor, en el que se identifica con colores la situación de cada edificio.
FUENTE: EL PAÍS